El romero proviene de los bosques siempre verdes de la región mediterránea y se ha adaptado perfectamente a las condiciones que allí prevalecen durante milenios. Esto se aplica no sólo al clima, sino también a las condiciones ideales del suelo.

¿Qué tierra es mejor para el romero?
Rosemary prefiere suelos magros, arenosos, bien drenados y secos porque tiene raíces profundas y es sensible al encharcamiento. Lo ideal es un valor de pH en el rango neutro a alcalino, aunque la fertilización con cal es compatible.
Lo más arenoso y permeable posible
Según su origen, esta popular hierba culinaria prefiere suelos pobres, preferiblemente arenosos, bien drenados y secos. La planta desarrolla raíces muy ramificadas y profundas que pueden extraer humedad y nutrientes del suelo incluso desde una profundidad de varios metros. Para que las raíces puedan penetrar bien en el suelo, éste debe estar suelto y permeable. Al romero no le gustan los suelos arcillosos y pesados, no sólo porque no puede crecer allí según su naturaleza, sino también porque esos suelos son muy buenos para almacenar agua. Sin embargo, la planta, que es muy sensible a este respecto, no tolera la humedad excesiva ni el encharcamiento.
Consejos y trucos
Como casi todas las hierbas mediterráneas, al romero le encantan los suelos con un valor de pH entre neutro y alcalino; la cal no supone ningún problema para los amantes del sol. Por lo tanto, puedes regar la planta de forma segura con agua del grifo. Fertilice con cal una o dos veces al año.